Agorafobia
El miedo a los espacios abiertos

Es mucho más de lo que su nombre o su primera definición parecen indicar, no sólo por lo invasivo de un temor que impide salir a la calle, sino porque suele incorporar nuevas pequeñas fobias a medida que pasa el tiempo. Además en algunos casos no sólo se refiere al miedo a salir a la calle, sino a estar solo en casa, o a tener que enfrentar cualquier tarea sin apoyo, a veces tareas como ducharse, hacer la cama o afeitarse.

Como en todas las fobias hay diferentes niveles, mientras algunas personas se ponen nerviosas estando en espacios amplios como grandes plazas o en la playa, o en el mar en un barco, otras no puede llegar a esa situación porque las calles, aún las estrechas ya les causan una cierta incomodidad y las amplias son evitadas; hay personas que evitan salir de su barrio, y personas que llevan años sin salir de su casa, todos los casos tienen solución.

La agorafobia aunque en cada caso tiene sus componentes particulares, se basa siempre en la seguridad que nos aporta la cercanía de nuestro hogar, o de alguna persona querida que nos protegiera. Las distintas técnicas utilizadas para superarla sirven además para aumentar la confianza en si misma de la persona que las practica, y las sensaciones que consigue normalmente multiplican además su bienestar y habilidades sociales y de control mental, convirtiéndo a la persona en alguien mucho más libre.

Algunos Trastornos de agorafobia realmente persistentes, de hasta catorce años de internamiento domiciliario, se superan con unas pocas sesiones.

¿De dónde viene la agorafobia?

A menudo la agorafobia es el resultado de una sucesión de ataques de pánico, o de crisis de ansiedad, resueltas de forma natural, es decir esperando a que se pasen, con toda la angustia que eso conlleva. De esas experiencias, necesariamente acaecidas en circunstancias diversas, el cerebro obtendrá algunos presupuestos, o “prejuicios” que le ayudarán a fabricar conductas de evitación. Es decir, al haberlo pasado mal, y haber perdido el control de algunas situaciones puntuales el cerebro nos mantendrá alerta para que no se vuelvan a repetir esas situaciones. Dedicándole tanta atención a intentar estar sin ansiedad ni miedo el cuerpo se cansa, y además empieza a juzgar como preocupantes cosas que antes no lo eran, hasta que poco a poco va censurando conductas y actividades sin que nos demos cuenta.

La más grande de las actividades, por todos los riesgos que “entraña” es salir al mundo exterior, enfrentarse a otras personas, a calles, coches y perros y árboles y trabajos y bancos. Por eso uno de los pasos más dolorosos pero más habituales en todo agorafóbico es dejar de salir a la calle, o hacerlos siempre en compañía, y renunciar a muchas experiencias por no desplazarse.

Otros orígenes suelen responder a episodios traumáticos como un accidente, o alguna agresión, en todos los casos la agorafobia es reversible, y las personas afectadas pueden recuperar su normalidad.

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